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Duna Loves

La biblioteca de las dunas

El origen del sonido

El origen del sonido Hace 15 mil millones de años, el universo original, como un minúsculo huevo recalentado, reventó en pedazos y comenzó a expandirse sin cesar. Por raro que parezca, aquel estallido ocurrió en el más completo silencio. El Big Bang, la explosión más fenomenal que se haya dado jamás, no causó el más leve ruido, sencillamente, porque no había quien la oyera.

La naturaleza es sorda. Lo que llamamos sonido no son más que vibraciones del aire, ondas de diferentes longitudes. Al principio del mundo, los volcanes explotaban sin estruendo, los mares se encrespaban sigilosamente y los truenos desataban tormentas mudas. Más tarde, cuando los seres vivos, por necesidades de defensa, fueron dotándose de órganos auditivos, las ondas provocadas por movimientos y choques de los elementos naturales fueron captadas y traducidas como sonido. El sonido no está en las cosas: ¡es el oído el que las hace sonar!

-José Ignacio López Vigil, Manual urgente para radialistas y apasionad@s-

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Metida en mi materia estaba cuando, al empezar a leer este libro, he encontrado esta reflexión. La verdad es que me ha parecido muy curiosa y, en cierto modo, muy verdadera.

Cartas desde mi escritorio (I)

Cartas desde mi escritorio (I) Hoy veo el mundo tras de mi, reflejado de perfil en una pantalla de ordenador. A pesar de lo frío que esto puede sonar, lo cierto es que el color verde de la cortina se proyecta en las paredes de la habitación y mi entorno parece más alegre. Mis pensamientos navegan entre las vetas azules de la madera de mi escritorio. Y desde aquí te escribo esta carta, como siempre, con cada letra de mi teclado, pero conservando la esencia del escribir a mano. Aún recuerdo la magia del correo: esas cartas de papel y sus sellos, que echabas al buzón con toda la ilusión de que llegaran a su destino lo más pronto posible. ¿Y cuando entre las facturas diarias encontrabas una carta con un remitente que no era el banco o la conpañía telefónica? ¡Qué sensación!
En esta carta que te envío quiero recuperar esa esencia y volver a sentir esa sensación, esos nervios en el estómago al no saber qué será tan importante y especial para contar en una carta.

En esta primera misiva no se me antoja relatarte nada especial. Sólo quiero que sepas de mí, que te escribo desde alguna parte y que, desde hoy, en tu buzón habrá más que facturas. Pronto sabrás de mi porque tendré algo que contarte. Espero que recibas esta carta con mariposas en el estómago...

Una lluvia borrosa

Una lluvia borrosa Dejé la puerta abierta para que entrara el aire. Está lloviendo, pero eso no importa. Y he salido a la puerta a mojar mis pies descalzos en los charcos y sentir el tacto de las piedras. No quiero paraguas, quiero que el agua me caiga y mirar hacia arriba con los ojos cerrados. Después me sentaré en el suelo, en la alfombra, junto al fuego para que se seque mi vestido. Y la caracola que me regalaste para poder escuchar el susurro del mar me la acabaré comiendo.

¡Qué dulce! Cierra la puerta y quédate dentro. Siéntate y hablemos. Hablemos de que se fue la luz, de que el verano está a la vuelta de la esquina. Hablemos de cuánto nos queremos... ¡qué bonito! Pero hablemos en serio: de las regañinas y las histerias, de los gritos en la calle, de las quejas y los rencores, de los besos y los perdones. Aunque quizás esta vez no hablemos de perdón y vuelva a abrir la puerta para salir a mojarme. Y que las gotas de la lluvia escurran sobre mi llevándose tu imagen.

Y ya no he podido dormir como siempre me pasa...
-Los Planetas, Un buen día

Escapado de un cuento

Escapado de un cuento Dije que no quería verte, pero no era verdad. Aún así, le dije a mamá que no te dejara pasar, que hoy no tenía ganas de ir a jugar. Quería quedarme en casa a merendar tarta de limón. Debajo de la mesa de la cocina había un pequeño cangurito que no dejaba de saltar y se golpeaba contra la madera: toc, toc, toc, toc... Y le di un pedacito de mi porción de tarta. Después salí al balcón a ver cómo te alejabas con la cabeza baja. Dije que no quería verte, pero no era verdad porque si hubiese sido cierto no me habría asomado a ver tu pequeña figura marcharse. Y el pequeño cangurito me seguía: le había gustado la tarta, pero ya no me quedaba. Y se volvió triste a su lugar bajo la mesa de la cocina.

Salí a la calle. Tenía la intención de seguirte, pero mi sombra no me dejaba, no quería compartirme. Me senté bajo un árbol del parque y mi sombra se disipó. Entonces te esperé, pero esperé demasiado. Se cerró la noche sobre mi y tú aún no habías aparecido. Me volví a casa con la cabeza baja, como tú te marchaste cuando viniste a visitarme, y supe lo que se sentía: no me gustó. Llegué al portal, abrí la puerta y tomé el ascensor hasta el cuarto piso sin encender la luz. Cuando el ascensor se detuvo y abrí la puerta te encontré sentado en la escalera, también sin luz, y con una flor entre las manos.

Sabías las ganas que tenía de verte, que mi negativa a salir a jugar era un invento. Mi cangurito te lo contó todo. Y mi egoísta sombra me dejó sonreirte y coger aquél detalle. Subimos de la mano a la azotea y aquella noche vimos juntos la luna y las estrellas. Y salimos a jugar y a comer tarta. Nos escondimos debajo de la mesa, para que mamá no nos viera y compartimos nuestro dulce con aquel simpático animal. Un animal fugitivo de un cuento del desierto que me enseñó a quererte, a seguirte y a decidirme por ti entre tarta de limón.

Historia de un amor

Historia de un amor Se acercó a ella sin hacer ruido. Estaba sentada en un banco del parque, con un libro de poesía en sus manos. La melena rubia se movía de lado a lado, mecida por el viento que comenzaba a levantarse a aquellas horas de la tarde. Sus ojos se mantenían entre las líneas del libro. Un separador se movía entre los dedos de su mano izquierda. Tenía el bolso abierto. Desde la parte de atrás, él podía ver la funda de un móvil, y un estuche. Cada vez estaba más cerca. Un paso lo distanciaba del banco. Y de ella.

No sabía cual sería su reacción al verle, y lo cierto es que tampoco le importaba demasiado. Por culpa de esa chica había perdido la conciencia, el tiempo y la razón. Ella le había despreciado ¿Y qué había hecho él para merecerlo? Tan sólo colmarla de regalos y atenciones. Pero el tiempo no había logrado acallar ese amor que gritaba a voces que lo hiciesen público, que no se escondiesen mas. Una ráfaga de viento meció de nuevo su rubia melena, y pudo oler su perfume de jazmín. Estaba tan cerca…

El sonido del segundero del gran reloj que se alzaba en mitad de la plaza se le colaba por los oídos...tic-tac, tic-tac, una y otra vez, lentamente, marcando en cada nuevo devenir un paso hacia atrás, puede incluso que dos. Y fue entonces, absorto en su propia locura, cuando le pareció volver de nuevo allí. Le dolía lo blanco de las paredes, enfermeras entrando y saliendo, susurros de desaprobación, secretos a voces, las camillas y su ronronear colándose en su cabeza. Y la ausencia, la lejanía de ella que tanto lo había martirizado. El horror que intentaba esconder tras su melena rubia mientras sus ojos viajaban de arriba abajo por cada una de sus cicatrices.

Nunca se hubiera imaginado que un simple recuerdo pudiera hacer tanto daño. Mientras se acercaba a ella, seguía recordando. Todas esas noches de lágrimas. Todos esos amaneceres esperando algún pequeño cambio en su conducta. Todos esos paseos en solitario, deseando que en algún momento ella apareciese y le llamara. Pero nunca apareció. Nunca se terminaron esas lágrimas. Nunca llegó lo que esperaba en esos amaneceres. Sin embargo, a medida que se acercaba a ella, fue olvidando todo. Ella estaba ahí, y el daño anterior ya no importaba. Sólo quería volver a mirarla una vez más. Volver a tocarla…

Puso su mano sobre el hombro de ella, quien suavemente giró su rostro hasta encontrarse con el de él… Sin decir nada se levantó del banco y permanecieron enlazados por un abrazo sin decir nada más, a él normalmente le costaba especial trabajo en externar sus sentimientos, tenía la esperanza de que su cuerpo hablará por él, de que la fuerza de ese abrazo le dijera a ella todo lo que había en su interior, que a pesar de los años y del daño que le pudo causar su corazón seguía latiendo por ella. Se separaron y se miraron a la cara, él se atrevió a tomar entre sus manos el rostro de quien le robaba los mas íntimos y tiernos pensamientos, lentamente acerco sus labios a los de ella para besarla muy suavemente. Luego con sus labios limpió las lágrimas de arrepentimiento que ella derramaba, nuevamente se perdieron en un abrazo fuerte, tan fuerte como no lo habían experimentado desde hace mucho tiempo, ella le susurró al oído “aún te amo” en ese momento él se olvido del daño que pudo causarle, la vida les presentaba una segunda oportunidad y, éste reencuentro le decía que era ella el amor de su vida. Pudo sentir que la cercanía de sus cuerpos le producía excitación que iba mas allá de sus instintos; llegaba a su corazón y sacudía su alma misma…

Los segundos pasaban al compás de las agujas de aquel gran reloj. Para ellos, el tiempo parecía no continuar. De forma inesperada una nube cubrió el parque, y un manto de lluvia les sorprendió. Él se quito su abrigo y la cubrió con el. Ella le sonrió dulcemente y lo besó, saboreando de sus labios aquellas gotas de lluvia saladas que ya cubrían sus rostros, y sin decirse ni una sola palabra, agarrados de la mano, corrieron hacia aquel lugar, aquel lugar que los dos tenían en sus mentes, donde una y otra vez pasaron las horas, aquellas horas…

Lugar de sus sonrisas. De súbito, en un inesperado gran estruendo cayó del cielo el reloj de la torre, redondo e inmenso. Hincando la esfera en el suelo su presente, pasado en añicos delante de ellos. Perplejas se clavaron las agujas, desubicadas en el esférico agujero por sus descompensados retrasos. Postrados los números en su tercio delantero, menos uno, el dos. Romano alienado en paralelo junto a un desafiante mecanismo magnético, que de momento, les desenmascaró el fin del tiempo. Sus vidas y el rincón de ese lugar de sonrisas aún seguían intactos. Desnudo el, desde la última vez que unos senos volaron a su tacto, entremetiéndose por un vestido. Desnuda ella, desde la última vez que rasgó un cuello con sus uñas suaves y tersas.

Él recorrió el tacto caliente de su piel, despacio, delicadamente... como el caminar de puntillas sobre las piedras de un lago. Ella cerraba los ojos y provocaba refugios para que su amado explorador se aventurara en ellos: la curva de su espalda, el pliegue de su seno, la bajada de su vientre… Y así, después, él debía recuperar, sediento, el aliento en sus labios. Al pasar del segundero detenido, el roce de los cuerpos hambrientos se hacía más intenso, las dentelladas de las caderas abandonaban las proposiciones y pasaban a la acción. El ambiente se tiñó morado entre suspiros... y sólo se miraron…

Sin esperarlo la tarde se hizo noche y los besos dulzura que colmaban esos maravillosos momentos de rencuentro y felicidad se transformaron de repente en prisa y en sorpresa. Ella, nerviosa… Con cara de pánico e incluso vergüenza comenzó a ponerse nuevamente las piezas de ropa que tan apasionadamente se había quietado… Vio entonces que tenía la blusa rasgada y pensó que probablemente su corazón también lo estaba… Se acordó de lo malo, del dolor, del sufrimiento y la inestabilidad que había vivido en esa relación y que por mucho que le quisiera ya nadie podría borrar eso, porque su corazón y sus sentimientos no eran un trapo apto para una lavadora. Empezó a resbalarle una lágrima por la mejilla. La del arrepentimiento, la del no puede ser. La lagrima más dolorosa que había llorado nunca y quizá la más salada y contradictoria. Él se sorprendió tanto como ella, pero de diferente modo. No entendía nada de lo que estaba pasando, la incredulidad se estaba sirviendo fría, y él para intentar detener lo inevitable entonces la volvió abrazar pero con un movimiento brusco ella lo rechazó para luego…

…salir rápidamente de la habitación sin decir una palabra. Él tratando de entender la situación tardo unos segundos en salir prácticamente desnudo tras ella. Pero al llegar a la calle ella había desaparecido. Desesperado miró hacia todos lados y solo vio un taxi alejarse rápidamente del lugar. El peor de sus temores se había concretado. La historia se repetía. Las heridas quedaban nuevamente abiertas y sangrantes a la luz de la luna. Cuando se dio cuenta, su desnudez se había convertido en el centro de atención de la gente que pasaba por el lugar y no podía hacer otra cosa que mirarlo con un tanto de sorpresa y un toque de desdén. No tuvo otra alternativa que regresar a la habitación. Pero lo que encontró ahí le sorprendió aún más…

Sentada sobre las sábanas, en las que horas antes se habían dejado llevar por sus emociones, estaba ella. Aún no había recuperado el aliento, y sus ojos no podían disimular el asombro que una vez más le causaba su presencia. Su cabello azabache, seguía resaltando la palidez de su piel, y como la última vez, su mirada fría le recordaba que de nuevo había caído en el mismo error. Segundos después su cabeza se apoyaba en las piernas de Paula, y sin poder contener las lágrimas, le pedía perdón por haber roto su promesa. Aquella que una tarde de abril le hizo, asegurándole que la sacaría de su cabeza, que volaría lejos, allí donde la memoria borrara ese episodio de su vida… sin embargo, no lo había cumplido… Levantó la cabeza, la miró, y en sus ojos pudo verse reflejado… frágil, como entonces, como siempre. Ella, metió la mano en el bolsillo de su abrigo azul, y le entregó un sobre. Su último comentario le indicó que allí encontraría respuesta a muchas de sus preguntas, y con un beso al aire, salió sigilosamente de la habitación.

Salió de la habitación lanzando un suspiro al aire entre aliviada, consternada y entristecida. ¿Y esto ha sido todo?, ¿tanto tiempo esperando este encuentro, para esto? Al salir, se apoyó en la pared. Ni ella se lo creía. La máscara del romantismo cayó ante sus manos, resbalando desde la nariz respingona hasta el mentón suave y allí la recogió ensimismada aún. El tiempo había pasado para todos, no sólo para ella. Sólo el ciprés permanecía impávido al otro lado del muro. Lo miro y recordó la de veces que habían reído pisando su sombra y una sonrisa despistada le transformó el rostro por décimas de segundos.

El pasado hay que dejarlo ser pasado -, pensó. Había dejado en ese sobre el poquito de su ayer que aún conservaba en el presente y que no compartía con nadie. Lo había guardado durante años, con la vana ilusión de recuperar días felices, y ahora lo acababa de entregar a la persona por la que vivía, por la que había vivido. No había habido una respiración suya donde no hubiera estado él. Él pensado, él soñado, él deseado… él… él. Suspiró, cerró los ojos un segundo volviéndolos a abrir, alzó la cabeza y echó a andar sintiendo una ligereza que le supo a desequilibrio…

Una sensación extraña la acompaño durante un tiempo. Salió a la calle y con firmeza levanto el brazo para parar un taxi. Al dirigirse al taxista su tono de voz parecía fuerte, seguro. Estaba acostumbrada a tragarse sus lágrimas y disimular sus sentimientos. En algo más de media hora llegaba a casa. Se puso cómoda y caminó descalza hasta la cocina. Un vaso de leche, una manta y su sofá serían su compañía aquella noche. No quería darle más vueltas a las cosas, pero tampoco podía evitar hacerlo. Mientras, él seguía en aquella habitación. Aún no se había vestido y algunas lágrimas recorrían su rostro. Le pasaban mil cosas por la cabeza… y no podía evitar sentirse sólo. Sentado en el suelo, con la cabeza apoyada en el borde de la cama y moviendo algo entre sus manos… el sobre que Paula le había dejado antes de marcharse…

Se detuvo un instante para releer todo lo que había escrito. ¡No! – gritó al tiempo que arrancaba violentamente la hoja de la vieja máquina de escribir. ¡No! – gritó al tiempo que la rompía en pequeños pedazos y los arrojaba a la papelera. Otra historia que jamás vería la luz, otra historia que de ahora en adelante vagaría en el limbo de las palabras que no se dicen, de las lágrimas que no se vierten y de los besos que no se dan. No, no iba a abrir aquel sobre. No existía aquel sobre. ¿Por qué no era capaz de escribir otra cosa? ¿Por qué últimamente todo comenzaba y terminaba con ella? ¿Por qué no podía quitársela de la cabeza? Debía hacerse a la idea de que alguien como él no tenía la menor oportunidad. Ella jugaba en otra liga, era y sería por siempre inaccesible. Ni siquiera se veía capaz de comprenderla, una y otra vez conseguía desconcertarle. Sacudió la cabeza. Necesitaba aire fresco. Necesitaba inspirar profundamente y llenar sus pulmones de nuevas ilusiones. Necesitaba espirar y expulsar para siempre todos los miedos y viejos fantasmas que le acompañaban desde hacía tanto tiempo.

En un brusco movimiento tomo el lugar frente al espejo que tantas veces fue testigo de la pasión contenida, del juego de poder …vio su ojos sin brillo de nuevo ocurrió ella tenia el extraño poder de elevarlo al cielo, y dejarlo caer sin misericordia alguna; en que momento perdió la partida de este juego sin reglas, en que momento su corazón dejo de pertenecerle, sin poderlo evitar gruesas lagrimas de impotencia y dolor inundaron su rostro, ese mismo rostro que tantas veces se curtió de angustias por no saber de ella, ese mismo rostro que ella lleno de besos; intento controlarse necesita aire, necesitaba un abrazo sincero, simplemente necesitaba sacarla de su vida…

Se olvido de el, se olvido del mundo, se envolvió en su magia, y perdió, así de sencillo esta vez perdió mucho mas que el corazón…la perdió a ella

El sobre se volvió invisible al sentir la tristeza infinita de aquel hombre. De ese hombre que al no tener nada mas que perder, desencadenó los demonios de la soledad a los que tanto había temido siempre, ya no le importaba verlos danzar a su alrededor formando remolinos decorados de vacío, sufriría eternamente si era necesario, soportaría aquella pesada carga sino con valentía sí con mucha resignación, bien ganado se lo tenia, alguna vez imagino que probar esas gotas de sudor que escurrían por la espalda de ella tendría un precio alto, que recordar las figuras que formaron las nubes en el cielo el día que le dio el primer beso y acariciar su sonrisa con el pensamiento cada vez que cerraba los ojos seria un lujo tal vez demasiado costoso. Ahora vagaría entre las calles sin voz de sus hojas escritas todas las noches mientras lo acompañaba la luna asomada por la ventana, al amanecer se recostaría en su cama vacía tan solo esperando la noche para poder seguir escribiendo, para continuar una historia con un final tardío, para escribir una historia a plazos.

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Este es el resultado del juego que planteó Dynaheir. En él han participado Galatea, Bruixeta, Corazón, yo misma, Agustín, Comella, Sory, Viento Nocturno, Synnove, Cytherïa, Sir_Lancelott, Tharsis, Reatratado, Sonsoles, Agua y Dynaheir. Siento no haberlo podido poner antes. En el blog de Dynaheir encontraréis los enlaces a los blogs de los participantes.

Hoy leo...

No importa por qué estás vivo: estás vivo
No importa por qué vives: vives
No te preguntes qué haces aquí: haz algo
No importa lo que tienes, sino en qué lo empleas

No importa quién eres, sino qué eres
No importa cuanto hagas, sino por qué lo haces
No preguntes si lo mereces, gánalo
No importan cuanto vales, sino si vales algo

No importa de dónde vienes, sino a dónde vas
No imorta a dónde vas, sino ir a alguna parte
No importa a qué parte llegues, sino llegar
No importa llegar, sino hacerlo bien

El mundo está lleno de gentes sin rostro
Caminando a ciegas al margen del camino
Todos deberíamos romper los espejos
en los que buscamos reflejarnos desesperadamente

¿Qué se siente al poseer el alma de un hombre?
¿Puedes ver el límite de su frontera?
¿Cuántas veces deberás repetirte que tú eres tú
y que todo el universo está en tu mente?

Todas tus distancias están en mi
Pero quisiera que la mía fuese proximidad
Cierra la puerta del adiós para darme tu bienvenida
Vende una ilusión para comprar un sueño

¿Cuántos amores hacen falta en tu piel
para que sepas qué es el amor?
Las manos del viento arrancan destellos
en el cuenco de plata abierto en tu sima

Si los pájaros no están libres de las cadenas del cielo
¿Cómo huir nosotros de la cárcel de la tierra?
Todos los amores del mundo brillan como cien mil soles
Y tú tienes la edad de la dulce esperanza

He vivido dentro y fuera de la felicidad
y sé muy bien de qué color es
Mis alas nunca me han hecho volar bastante alto
Que las tuyas no lleguen a quemarse con el sol

Este es un largo, muy largo camino
Sin veredas, sin descansos, sólo horizonte
Despegamos hacia la muerte al nacer
Sin vuelta atrás, todo hacia delante

Sigue moviéndote con el mundo, no te pares
El tiempo que se pierde es el peor olvido
El ordenador grita todos tus sueños
Y yo soy el punto de partida, no la Gran Meta

Métete en mis zapatos y verás mis caminos
Mira a través de mis ojos y verás is sueños
Siente con mis manos y conocerás mis orgasmos
Vive en mi mente y cantarás mi vida

Quitaos las máscaras del genocidio
Esta es nuestra tierra común
Gritad por los muertos desaparecidos
Cantad por los inocentes que ignoran

¿Has oído hablar de la palabra Libertad?
¿Has oído el sonido de las cadenas?
¿Has creído que todo es mentira?
La verdad no es más que un soplo de vida

Creo que todos debemos rompernos
Que nadie llegue entero al final del camino
Una vida por gastar es tan poco
Siente que le has dado algo al mundo

Experiencia es como llamamos a nuestros errores
Intenta ser libre y nunca mires atrás
Dylan dijo: Que permanezcas siempre joven
Yo os digo: Que llegueis a viejos colmados

Ámame cuando estemos juntos
Olvídame cuando me vaya
Siénteme cuando hagamos el amor
Mátame cuando me muera

Sé siempre fuerte, pero cede
Sé siempre grande, pero aprende a empequeñecer
Sé siempre dulce, pero déjate un punto amargo
Sé siempre hermosa, pero sobre todo por dentro

No vueles en círculos, sino en línea recta
No cedas bajo ningún viento
No te rindas antes de la eternidad
No camines por calles sin esquinas

Que la vida te dé sus dones
Que la muerte llegue muy tarde
Que la vida te dé la paz
Que la muerte no sea una guerra

El amor es un fantasma transparente,
envuélvete en él y escúpele al oído
Perdona siempre a quien hayas amado
y no olvides que un día fue tuyo

Vas de camino, hay muchas paradas
Nunca llegues al final sin recordar
Aunque tus manos un día se quiebren,
que tu corazón mantenga tu norte

No deberías envejecer nunca
pero tu piel no es más que una envoltura
Ten siempre la edad de tu risa
Dejáste semillas que siempre crecerán

Busca tus cielos dentro de la tierra
Nada en mares eternos
Vuela sobre fronteras invisibles
Camina mirando las estrellas

Enciende tus pasiones cada día
Descubre quién eres cada noche
Amanece como si fuera la últimma vez
Acuéstate libre de odios

Vive por detrás de la esperanza
Vive por encima del rencor
Vive por debajo de la vanidad
Vive por delante de tu Libertad

Vive por todos los que te han amado
Vive por aquellos que te despreciaron
Vive por cuantos te ignoran
Vive por delante de tu Libertad

Vive siempre con una sonrisa
Vive antes de que te olvides
Vive después de haberte dado
Vive por delante de tu Libertad

Vive siempre en este Universo
Vive al límite de la Frontera
Vive sabiendo que estás vivo
y escápate del Gran Desfile

-Elegía, de Jordi Serra i Fabra-

Y para ambientar...

Haiku (IV)

Haiku (IV) Hoy, un haiku ilustrado

El mejor amor

<em>El mejor amor</em> Cuánto hablamos de amor. Aquí va a hablarse de otra forma de él, más alta me parece. ¿Qué es amar? Todo lo contrario de estar ciego: ver a una persona o aquello que va a ser objeto de nuestro afecto tal como es (no como imaginamos o queremos imaginar que es) y tratarlo y corresponderle como se merece. Pero no puede amarse lo que no se ve con entera precisión. Nuestros conceptos más asumidos, casi congénitos de puro acendrados, nuestras categorías, nuestros esquemas, nuestras proyecciones nos dificultan la visión tanto como nuestras pasadas experiencias y nuestras ilusiones futuras. Somos Laocoontes de las herencias, de los prejuicios, de las ensoñaciones... Con tan pesada carga se hace casi justificable la pereza que nos impide ver a cada persona y cada cosa como son en cada momento y en cada circunstancia, es decir, irlas constantemente descubriendo.

A solas, ya tendríamos que zafarnos de esa carga personal. Pero queda otra más: la que la sociedad, día tras día, secularmente, nos deposita sobre los hombros. El ser humano es sociable, y entiende que serlo le obliga a sintonizar con las reacciones de sus próximos, marchar al ritmo de ellos, hablar en su lenguaje, situarse a su altura, depender de sus datos. Tal sumisión le cuesta un gran trabajo, pero mayor aún es el que le costaría la soledad, por solidaria que ésta fuese. Porque se ha hecho a la droga que el aire social lleva: el aplauso exterior, el aprecio, el poder, el prestigio. Se ha hecho adicto a los otros: necesita para respirar que los otros lo confirmen, lo ratifiquen, lo respeten. Aunque sea a costa de embaucarse a sí mismo, puesto que se ha echado a vivir de puertas para fuera... Es imposible que, en tales condiciones, nadie vea a nadie como es para amarlo como es.

Fragmento de uno de los textos que aparece en La casa sosegada, de Antonio Gala.

El sueño de Deirdre

<em>El sueño de Deirdre</em> En Irlanda, el rey Connacher de la familia Ulster, celebraba la fiesta del Samhain en su salón real, cuando de pronto oyó un tenebroso grito. El druida consejero Cathbad, que alzando su bastón se acercó hasta el trono.
- El grito ha sido emitido por Deirdre-dijo mientras tocaba el vientre de Elva, la esposa del arpista real, que estaba embarazada-. La niña será el fin de la Rama Roja, los reyes pelearan entre ellos por su belleza. Hubo muchos que sugirieron su muerte, pero el rey, intrigado por su belleza, decidió que la niña, tras nacer, fuera llevada a un lugar lejano, y cuando fuera mayor la desposaría. Así fue.

La niña fue creciendo, y la joven que la cuidaba, Levarcham, le comunicó un día el deseo del rey de hacerla su esposa. Deirdre entristeció, hasta que una mañana que salió a pasear como de costumbre contempló un grupo de cuervos. Uno de ellos se posó en su brazo. A ella le recordó el hombre con el que una vez había soñado. Pasó el tiempo, y llegó el invierno. Deirdre salió al bosque temprano. Oyó el sonido de unas voces y vio un grupo de cazadores que se aproximaba. Entre ellos reconoció al hombre con el que soñó tiempo atrás. Se acercó a él. Hablaron durante largo rato. Era Naois, el mayor de los hijos de Uisnach. Se enamoraron y decidieron huir juntos. Marcharon hasta llegar a las costas de Alba (Escocia) junto con los hermanos de Naois. Construyeron una casa y allí vivieron. Pero el rey Connacher se enteró y decidió mandar a su emisario para comunicarles que no hacía falta que huyeran. Que podían volver en paz.

Deirdre había tenido un sueño que anunciaba un mal presagio. Aconsejó a Naois y a sus hermanos que no volvieran, que todo era mentira. Pero no la escucharon y cuando volvieron a Irlanda el rey ordenó matar a todos, excepto a la muchacha, de la que seguía enamorado. Sólo consiguieron vencerles con la ayuda del druida. Enterraron a los tres hermanos y encerraron a Deirdre en la torre del castillo del rey. A los treinta días de su encierro, murió y fue enterrada junto a la tumba de Naois. De allí brotaron dos tejos entrelazados.

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PD.: Mirando entre mis recuerdos de bachillerato encontré esta leyenda que, junto con algunos de mis compañeros de entonces, representamos en forma de baile-teatro para una asignatura. Yo fui la protagonista! ^_^

Silvia y el osito de peluche

Silvia y el osito de peluche Las dos de la madrugada. Se había quedado dormida en el sofá sin apenas haberle dado tiempo a ver la película. Se levantó aún con los ojos medio cerrados, alcanzó su habitación, encendió la estufa, un poco de música y se detuvo...

No sé qué pasó, pero aquella noche se sintió como una niña pequeña. Necesitaba meterse en la cama y dormir abrazada a un osito de peluche, no quería dormir sola, pero tampoco necesitaba a nadie. Escogió a Trusi, porque eso era lo que ponía la medalla que llevaba el osito, un osito suave, muy suave, de color granate y tan blandito... era como los ositos que se regalan en las series de dibujos animados, un verdadero osito de peluche. Silvia hacía ya algunos meses que había entrado en la veintena, ¿y qué?, ¿tú no ves dibujos animados? Pues yo sí -sonrió-. Y cogió a Trusi, retiró las ropas de la cama, se metió en ella cuidadosamente, volvió a colocarse las mantas, apagó la luz y se abrazó al osito.

Ahora no tenía miedo. Todo le daba igual. Los problemas del día se habían arreglado con abrazarse a Trusi y dormir. Como los niños pequeños...

Más que mil palabras

Decálogo de emergencia para sobrevivir en la nueva era


1.Utiliza la palabra energía al menos una vez en cada frase. No digas "qué jersey más chulo", sino "ese jersey tiene una energía especial". Del mismo modo, cuando quieras expresar "vaya coñazo de fiesta", deberías decir "no me gusta la energía que desprende esta fiesta".

2.Nunca te dejes engañar por el sentido común. El pensamiento lógica es una cortina que nubla el contacto entre tu esencia y la realidad invisible (lo que es), así que algo que parezca inexplicable lo achacarás a seres de luz, gnomos, ángeles de la guarda o extraterrestres.

3.Ayuna una vez al año. Agárrate las melopeas con vino ecológico y ron de caña, fuma ganja de tu propia cosecha y ponte ciego a dulces artesanos. Con un ayuno macrobiótico, tu cuerpo y tu alma quedarán niquelados.

4.No pises una farmacia ni para pedir cambio. Los laboratorios farmacéuticos son la encarnación del mal, así que si caes enfermo te curarás con plantas medicinales milenarias. En el caso de que fallen todos los remedios naturales, te fundirás con el gran vacío y santas pascuas.

5.Santifica a los pueblos indígenas. Para expiar tu parte alícuota de culpa occidental deberás dejarte cada año los ahorros en viajar a países explotados y comprar sus artesanías a precio de comercio justo.

6.Imprégnate de sabiduría oriental. De todos es sabido que un señor del Tíbet elegido al azar siempre será más sabio que uno de Pontevedra, así que fórrate a comprar libros de Lampsas, Rapmsas y Vanandangas.

7.Permanece en paz con Gaia. La humanidad es una epidemia y tú eres una langosta, así que todos tus actos irán encaminados a reconciliarte con la madre tierra. Deja, por tanto, que los mosquitos te piquen y que las ratitas correteen por tu casa.

8.Aliméntate del prana. Cuando hayas dejado de comer carne te darás cuenta de que los calabacines también sufren cuando los arrancan del huerto. Menos mal que siempre te quedará alimentarte del prana, la fotosíntesis de las personas humanas.

9.Desconfía del progreso. Que no te vendan motos: cada presunto avance científico y tecnológico esconde una intención aviesa que busca alienarte y separarte de tu esencia. Si puedes, hazte el pan en casa.

10.Practica el buen rollo. Lo que falta es amor, así que ve por el mundo abrazando huérfanos y árboles, sonriendo al capullo de tu jefe, comprendiendo al mangui que te ha robado el tándem y mandando om's a los que sufren.

Texto aparecido en la sección El desternillador, del periódico 20 minutos de hoy. Y que me ha parecido curioso... jeje

Tierras de aislamiento

Tierras de aislamiento Sus palabras son el único producto del tiempo anterior a su llegada.

Mil novecientos cuarenta y ocho. Aquel día empezó lentamente, como todos durante la temporada de buceo. Ajustó la tira de las gafas de bucear, comió un cuenco de cebada, remendó un desgarrón de la capucha de su traje de buceo, comió una sardina salada tras otra y al palpar una muesca de su tina pensó que las letras kanji que había dibujado en el fondo tenían que repintarse. Comió más cebada, unas algas saladas, encurtidos, bebió té verde. Las otras buceadoras hicieron lo mismo, poca charla antes de las zambullidas, concentradas en llenarse de hidratos de carbono para las dos horas extenuantes de buceo[...]

¬Me di un golpe mientras buceaba¬repitió ella con desazón, e intentó imaginar lo que podía decir para que la conversación tomara otro rumbo. Miyako, la más veterana de las buceadoras, acudió a su rescate como tantas otras veces.
¬Dentro de veinte años, tu cuerpo será un museo de cicatrices¬dijo Miyako, tirando la concha de una ostra¬. Podrás cobrar por visitarlo.
Era una verdad palpable. No había una sola buceadora que no llevara la historia de su trabajo escrita en el cuerpo. Todas elas eran mujeres robustas y llenas de cicatrices.
A veces reía al pensar en su madre y en su hermana, frágiles y gentiles, tan distintas de cualquiera de las buceadoras. Ella temía los días en que tenía que vestirse bien, y no se sentía cómoda con aquellas sandalias que obligaban a sus cortos y anchos pies a caminar como las palomas, más bien arrastrándose. Cuando llevaba el cabello trenzado y recogido en un moño muy tirante y prieto que se sujetaba con una peineta lacada le dolía la cabeza todo el día y tenía la sensación de que le arrancaban los cabellos de raíz. El fajín le apretaba tanto que le cortaba la respiración. Pero peor aún que llevar quimono era tomarse medidas para un fajín muevo y notar el sorojo de su madre avergonzada por el cuerpo grueso y basto de su hija.
Sin embargo, allí sentada junto a las demás buceadoras, no pensaba en nada de eso, sólo al regresar a casa por la tarde volverían subrepticiamente aquellos pensamientos y no la abandonarían hasta la mañana siguiente, cuando salía para ir al mar.

Fragmento de La buscadora de perlas, de Jeff Talarigo

Post-it (II)

Antecedentes: Post-it (I)

Estás preciosa. Aunque apenas puedo verte tras esa montaña de libros de Psicología que te oculta. Aún así, el sol, que pretende colar sus brazos por la ventana, te tiene coronada y no puedo apartar la vista. La sala es enorme y está repleta de estudiantes, pero tú... ¡brillas!
Me apetece verte, a solas, en otro lugar, en otro momento más dulce y hablarte hasta que el sol aparte sus manos de ti y puedas ser toda para mi. No me gusta compartir...

David
^_^

Volvía a leer la nota que él le dejó durante el tiempo que ella fue al servicio. Estaba pegada en el centro de la página que había dejado leyendo: un post-it azul cielo. Mientras tanto, llegó a la cafetería y escogió rincón, el de siempre, el más calentito para el invierno. ¿El gorrito? Lo llevaba, como prometió...

Post-it

Estoy rodeada. Mis propias letras van a devorarme, subrayadas con esos colores tan brillantes. Con este frío, un rincón junto a la ventana en la cafetería nos abrigará más que nuestra esquina de siempre. Desde nuestra posición podremos importunar al sol por su tardío despertar.
A las 8.15 te espero. Llevaré mi gorrito de lana, el que te gusta.

Besitos.
Sofía


Y él ya salía tarde de casa. Todo por detenerse a leer de nuevo su pequeña nota, pegada ahora en la puerta de la nevera.

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PD.: Retomo a mis queridos personajes de Sofia y David que ya protagonizaran Botas de agua I y Botas de agua II

Cojones

Ahora me explico las quejas de los extranjeros por sus dificultades con nuestras acepciones. Un ejemplo de la riqueza del lenguaje castellano es el número y acepciones de una simple palabra, como puede ser la muy conocida y frecuentemente utilizada referencia a los atributos masculinos, "cojones".

  Si va acompañada de un numeral, tiene significados distintos según el número utilizado. Así, "uno" significa "caro o costoso" (valía un cojón), "dos" significa "valentía" (tiene dos cojones), "tres" significa "desprecio" (me importa tres cojones), un número muy grande más "par" significa "dificultad" (lograrlo me costó mil pares de cojones).

  El verbo cambia el significado. "Tener" indica "valentía" (aquella persona tiene cojones), aunque con signos exclamativos puede significar "sorpresa" (¡tiene cojones!); "poner" expresa un reto, especialmente si se pone en algunos lugares (puso los cojones encima de la mesa). También se los utiliza para apostar (me corto los cojones), o para amenazar (te corto los cojones).

  El tiempo del verbo utilizado cambia el significado de la frase. Así, el presente indica "molestia o hastío" (me toca los cojones), el reflexivo significa "vagancia" (se tocaba los cojones), pero el imperativo significa "sorpresa" (tócate los cojones!).

  Los prefijos y sufijos modulan su significado: "a-" expresa "miedo" (acojonado), "des-" significa "cansancio" (descojonado), -udo" indica "perfección" (cojonudo), y "-azo" se refiere a la indolencia o abulia".

  Las preposiciones matizan la expresión. "De" significa "éxito" (me salió de cojones) o "cantidad" (hacía un frío de cojones), "por" expresa "voluntariedad" (lo haré por cojones), "hasta" expresa "límite de aguante" (estoy hasta los cojones), "con" indica "valor" (era un hombre con cojones) y "sin", "cobardía" (era un hombre sin cojones).

  Es distinto el color, la forma, la simple tersura o el tamaño. El color violeta expresa "frío" (se me quedaron los cojones morados), la forma,  "cansancio" (tenía los cojones cuadrados), pero el desgaste implica  "experiencia" (tenía los cojones pelados de tanto repetirlo).

  Es importante el tamaño y la posición (tiene dos cojones grandes y bien plantados); sin embargo hay un tamaño máximo (tiene los cojones como los  del caballo de Espartero) que no puede superarse, porque entonces indica  "torpeza o vagancia" (le cuelgan, se los pisa, se sienta sobre ellos, e  incluso necesita una carretilla para llevarlos).

  La interjección "¡cojones!" significa "sorpresa", y cuando uno se halla  perplejo los solicita (manda cojones!). En ese lugar reside la voluntad  y de allí surgen las órdenes (me sale de los cojones).

  En resumen, será difícil encontrar una palabra, en castellano o en   otros idiomas, con mayor número de acepciones.

Texto de Arturo Pérez Reverte

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PD.: He recibido este mail de una amiga y me ha encantado. Qué riqueza de lenguaje! viva el español! jjaajaja

Para el nuevo año...

Para el nuevo año...

20 pasos hacia adelante



1- conózcase usted mismo
2- sea autónomo
3- no intente ser bueno en todo (riase primero de sus defectos)
4- nadie triunfa sin ser amado (salude, agasaje, sonría)
5- esté informado (pero no sobreinformado)
6- actualice lo que sabe
7- equípese (descarte lo preconcebido, sea creativo)
8- organice su tiempo y respete el tiempo ajeno
9- cuide su imagen (aprenda a vender)
10- mejore el promedio
11- rodéese de las personas adecuadas
12- asuma riesgos evaluados
13- cuídese de las adicciones (también al trabajo)
14- no derroche su tiempo (invierta en su futuro)
15- negocie lo que le conviene y no ceda mas allá de ello
16- diga que sí cuidándose, diga que no cuidando al otro
17- aprenda de sus fracasos (o volverá a fracasar)
18- si lo cree necesario pida ayuda
19- vuelva a empezar tantas veces como sea necesario
20- no dude en el resultado final.

-Jorge Bucay-

Cuento nevado de Navidad

Cuento nevado de Navidad - Está todo nevado...
- Ya veo
- Si ni siquiera te asomaste a la ventana!
- Lo sé. Lo veo en tu espalda. Ya se volvió terciopelo con el invierno...
- ...

Ella se volvió hacia él lentamente, le miró a los ojos, y juntos vieron reflejados los primeros copos de nieve, que de nuevo se deslizaban por sus cuerpos. Él le acarició la nuca en un gesto y la abrazó tierno. Ella solamente cerró los ojos, mientras afuera nevaba. Abrazados al cálido fuego de las paredes moradas se fundieron entre las sábanas. Se arrancaron vocales abiertas de la garganta cabalgando a dentelladas. Y el morado se tornó naranja. Al momento cayeron extenuados, con la respiración goteando. Segundos de tregua y silencio enmarañados entre ambos cuerpos. Las muñecas ya no golpeaban la sangre desbocada. Sólo ella con la piel de su amante temblando en el interior. Y él... con su ticket de amor pegado en la palma de la mano. Dormidos... La habitación fue blanca, como la nieve...
Nariz roja, luces de colores que se encienden, se apagan, se encienden... muérdago bajo la puerta y mantita de colores a los pies.
Y no había chimenea, y tampoco nieve...
El edredón era su nieve caliente y ellos... la llama...

- Bésame otra vez, hasta dormir en tus labios...

Javier

Javier Nadie le llamaba Javier, sino Javi. Era de los chicos guapos del grupo: moreno, no muy alto, ojos oscuros de mirada tímida, pectorales marcados... Te hacía reír, siempre estaba ahí, siempre nos hacía gracia. Pero era un coleccionista de amantes. No le importaba ninguna de sus conquistas lo más mínimo. Las hacía reír, las enamoraba, las besaba, disfrutaba de ellas un tiempo, no mucho para no cansarse demasiado, y después las dejaba. Ellas, pobres enamoradas, quedaban llorando el corazón que les robó sin llegar a entender del todo por qué se rompió la relación. Sus motivos tendría para ir de esa forma por la vida.
Nuestra amistad comenzó con buen pie: muchas risas, muchas complicidades... éramos tan parecidos que acabamos tratándonos como hermanos gemelos. Hasta que se le acabaron sus conquistas y tendió sus redes para mi. Yo, aún conociéndolo, caí en esa mañana de horas largas en la que aquella apuesta fue resuelta y me declaró, así en clave, sus intenciones. Y para qué las escucharía...
Un mes y una semana decía entre risas a todos aquellos que nos auguraban un largo futuro. Entre risas... que pareció una premonición. Pasado ese tiempo, una tarde, sonó el teléfono:
- Va a ser mejor que cortemos, pero no te enfades. Es que eres muy rara, muy callada y yo estoy siempre con mis amigos...
- ...


Aquel año y medio después fue como estar muerta. Pero gracias por hacerme una desconfiada y una miedosa a las relaciones con los demás, sobre todo de carácter más íntimo. Gracias por hacerme despertar de aquella burbuja. Y gracias por el perrito de peluche.

PD.: Espero que con el tiempo mejores tus excusas.

No hay que temer

Temía estar sola, hasta que aprendí a quererme a mi misma.

Temía fracasar, hasta que me di cuenta que únicamente fracaso si no lo intento.

Temía lo que la gente opinara de mí, hasta que me di cuenta de que de todos modos opinarían de mi.

Temía me rechazaran, hasta que entendí que debía tener fe en mi misma.

Temía al dolor, hasta que aprendí que éste es necesario para crecer.

Temía a la verdad, hasta que descubrí la fealdad de las mentiras.

Temía a la muerte, hasta que aprendí que no es el final, sino más bien el comienzo.

Temía al odio, hasta que me di cuenta que no es otra cosa más que ignorancia.

Temía al ridículo, hasta que aprendí a reírme de mi misma.

Temía hacerme vieja, hasta que comprendí que ganaba sabiduría día a día.

Temía al pasado, hasta que comprendí que no podía herirme más.

Temía a la oscuridad, hasta que vi la belleza de la luz de una estrella.

Temía al cambio, hasta que vi que aún la mariposa más hermosa necesitaba pasar por una metamorfosis antes de volar.

Hagamos que nuestras vidas cada día tengan más vida y si nos sentimos desfallecer no olvidemos que al final siempre hay algo más.
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Personalmente, temo que me quedan por aprender muchas cosas, entre todas las cosas que temo...
PD.: Desconozco el autor del texto. Me llegó vía e-mail. Y va para una H desanimada... Un besito.