Cada Navidad...
Cada Navidad todo es distinto.
El árbol será el mismo todo lo que el pobre aguante, pero todo lo demás es distinto.
Un año recibes a la familia y os reunís tantos que hay que improvisar las sillas. También hay, al menos, un par de mesas, y las bandejas llenas de comida van y vienen. Charlas en cada esquina, anécdotas, reencuentros, risas... Y lo que menos importa en ese momento son los regalos, pero, a la vez, son la parte más divertida porque siempre hay alguno que pierde la etiqueta con el nombre de su destinatario, con lo cual alguien acaba abriendo un regalo que no le corresponde. Pero no importa porque estamos todos. Sentándonos donde podemos, achuchándonos para comer, haciendo cola para el baño... y sin querer pensar en todo lo que habrá que limpiar al día siguiente. Pero no importa... porque es Navidad y estamos todos juntos.
Al año siguiente el árbol todavía se mantiene en pie, pero ni recibes a nadie, ni vas a ninguna parte. Te quedas en casa, con los que sois y nada más. Lo más divertido de la cena es prepararla entre los cuatro. Y, cuando por fin te sientas a la mesa, te olvidas del vestido de gala y de las formas: eres feliz con tu pijama rojo de cuadritos. Igual de impacientes por abrir los regalos que el año anterior, con el postre ya hay quien se levanta y se acerca al árbol para encontrar el paquete que lleva su nombre. También hay charlas, recuerdos, risas... Sobran sillas, no hay cola para el baño y mañana habrá menos que limpiar, sí, ¿y qué? Con acurrucarte en el sofá junto a los tuyos, este año ya tienes más que suficiente.
Y al final lo pasas igual de bien, aunque cada Navidad sea distinta porque, al igual que ocurre con los regalos, lo importante es el detalle.
¡Felices Fiestas!
